La inseguridad golpea las puertas de Perotti

La virulenta manifestación del viernes refleja el malestar de la sociedad santafesina por la creciente inseguridad y la falta de respuestas de la dirigencia política. También la improvisación y lentitud de la administración de Omar Perotti para enfrentar el problema.

Miles de rafaelinos ganaron la calle para reclamar justicia sin banderías políticas.

Por Fernando Garello – La masiva protesta de la comunidad rafaelina sorprendió a la administración de Omar Perotti en un punto ciego e instaló justificadas sospechas sobre su real capacidad para ofrecer respuestas rápidas y concretas al acuciante problema de la inseguridad. La lamentable acusación posterior del ministro Marcelo Saín a militantes del socialismo que habrían instigado la movilización, no hizo más que avivar el avispero y llamar la atención de la prensa nacional, que dio cuenta de la movilización que incluyó la residencia del propio gobernador, además de la Municipalidad de Rafaela y la sede del Ministerio Público de la Acusación.

Las dudas sobre la existencia de un plan destinado a concretar la principal promesa de campaña de Perotti -terminar con el delito y la connivencia policial con los delincuentes y narcotraficantes-, surgieron tempranamente, cuando a escasas horas de asumir, dio a conocer el nombre de quien estaría al frente del Ministerio de Seguridad, que finalmente no fue otro que Marcelo Saín, un asesor de la administración de Miguel Lifschitz. En ese momento, a no pocos se les pasó por alto la incongruencia de designar a una persona que prestó servicios en una gestión a la que Perotti repetidamente cuestionó por su política de lucha contra el delito.

Las presunciones no tardaron en confirmarse, cuando la administración perottista se enfrentó a los primeros escándalos en materia de seguridad, como por ejemplo, cuando un peligroso sicario se escapó a la vista de todo el mundo, minutos antes de participar de una audiencia en el Centro de Justicia Penal de Rosario.

A casi un mes asumir, no solamente las muertes violentas no disminuyeron mágicamente, como prometió durante la campaña electoral, sino que el propio gobernador fue testigo de cómo miles de personas salieron espontáneamente a la calle en su ciudad natal para protestar por la creciente inseguridad y exigir justicia por el joven Gonzalo Glaría, quien murió trágicamente al perseguir a dos “motochorros”.

Tras la multitudinaria marcha, sacudido en lo más íntimo, Perotti tardó en reaccionar. Primero dejó a Saín que asuma públicamente los hechos acontecidos y el ministro dejó suficientemente en claro que no tienen la capacidad política para enfrentar este tipo de crisis. Después siguió el turno de su vocero, casualmente otro rafaelino, el ex periodista Leo Ricciardino, quien al parecer cumple la función de fusible para proteger del descrédito al mandatario provincial. Finalmente no tuvo otra opción que enfrentar a la sociedad pero lo que Perotti dijo resultó inquietante, ya que se limitó a responsabilizar a la gestión anterior por el problema de la inseguridad, sin comprender que hoy por hoy y durante cuatro años más, es y será el principal responsable de la seguridad de todos los santafesinos.

Perotti tuvo seis meses desde que se impuso en los comicios ejecutivos de junio del año pasado para preparar su política de seguridad y para darle forma a su principal eslogan de campaña, devolver a la sociedad santafesina “la paz y el orden”. Sin embargo, a casi un mes de haber asumido, parece haberse quedado en las buenas intenciones y hasta ahora no se advierte que haya realmente un plan para contener el delito y limpiar a la fuerza policial de la influencia devastadora y disolvente del crimen organizado y del narcotráfico.

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